lunes, 20 de septiembre de 2010

Para debatir la ética del hombre político

"La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. Pero para ser capaz de hacer esto no sólo hay que ser un caudillo, si no también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible. Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estupido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un «sin embargo»; sólo un hombre de esta forma construido tiene «vocación» para la política."
Max Weber, de La política como vocación.

Pasión y mesura, lo posible y lo imposible, caudillismo o heroismo y simple destrucción de todas las esperanzas del hombre común (ilusiones, dirían otros interpretes de Weber), un mundo intolerable y presencia de ánimo ante eso...

¿Pero en realidad hay quienes afronten esas tensiones al actuar en política? Lo que subyace, como la esperanza en el fondo de la
Caja de Pándora, es la olvidada tensión entre convicción y responsabilidad. ¿Tiene sentido ese debate?