¿Desde dónde? ¿Hacia dónde? ¿Con quién? ¿De parte de quién? ¿Eso con qué se come?
Si de veras nos creemos que el problema es simplemente “competir” en las próximas elecciones federales de 2027, de plano estamos demostrando la más absoluta miopía. O algo peor. Ciertamente, para la pragmática clase política no existe horizonte más allá de las siguientes elecciones. No pidamos peras al olmo.
Además, la fabulosa ciudadanía, de la que todos hablamos, está más ocupada en cerrar la quincena, cuando hay, o en cubrir el día a día a cómo dé lugar. Vender el alma al diablo es opción. Así, para la juventud abandonada a su suerte cualquier “oferta de trabajo”, por dudosa que parezca, resulta un anzuelo irresistible. De lo que nos venimos enterando…
Infancias y adolescencias también dan repentinos campanazos, incluso desde Netflix. Pero al rato a todos se nos olvida. ¿Se acuerdan de la conmoción por “el Ponchis”, el “niño sicario”? Además, niñas, niños y adolescentes ni derecho a votar tienen.
¿A quién le importa el futuro, más allá de esas urgencias y horrores de cada día?
Nuestra antigüedad remota, como de XXX siglos de esplendores, dice algún mito socorrido, nos fascina con su culto a la muerte, al inframundo, a tantos simbolismos rebuscados y salvajes, a los tlatoanis incuestionables.
La "Conquista" se vende bien como inmenso trauma explotado permanentemente por la 4t, mientras el sincretismo, el barroco crisol social, cultural, político, económico, del Virreinato, nomás tres siglos, se queda convenientemente oculto.
La aun más traumática "Independencia" trajo una herencia "liberal" de fascinación por leyes inaplicables y retorno del culto por los caudillos neotlatoanis. El centralismo, la religiosidad popular y todo el valemadrismo e hipocresía asociados son por su parte un indeleble legado "conservador".
La solución temporal, nomás como de 30 años, fue la simulación liberal con el hombre fuerte por excelencia: Don Porfirio, con "Orden y Progreso" como exitosa filosofía. Que conste que había contenido, por cuestionable que resulte.
Del siglo XX arrastramos todo eso, fundido una vez más en la "dictadura perfecta" del PRI hegemónico, que impuso desarrollismo y "paz social", con una barnizada de simulación "democrática". Pero eso sí, más orden y progreso, aunque lo de “Democracia y Justicia Social” fuera otro cuento. Habría que percatarse de que de ahí, y de tantas otras herencias veladas, proviene el absoluto desdén de nuestros compatriotas por la política.
La "transición" dejó irresueltos todos esos lastres, ese inconmensurable legado. Bastaban las elecciones limpias, la partidocracia autocomplaciente y una clase política que de la tecnocracia arrogante devino en cleptocracia impune, y ahora en simple kakistocracia (SEPGRA Dixit), reciclándose y degradándose una y otra vez. Eso sí, elegida “democráticamente”. ¿Para qué ir más allá?
Y ahí seguimos. Duerman tranquilos, los dinosaurios velan nuestros sueños, seguirán ahí apacibles cuando despertemos, si es que despertamos. ¿Cuál transición? ¿Cuál democracia? ¿Cuál liderazgo? ¿Cuál Proyecto? ¿Cuál Futuro?
Con esos antecedentes, haríamos bien en despertar para pensar y construir alguna idea de FUTURO común, más allá de las próximas elecciones.
Por eso no basta tener partidos podridos, ni registros "nuevos" para rascar alguna rebanada del poder, o de perdido las migajas.
Por eso primero habría que problematizar los mitos a los que somos tan adictos sobre la ciudadanía, la democracia, la nación mexicana, nuestro papel en el mundo, el Futuro que en todas partes, en el mundo entero, se vislumbra distópico, apocalíptico.
Pero ¿Para qué afrontar problemas complejos como esos? Eso a quién le importa.
Dulces sueños.
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