viernes, 18 de febrero de 2022

Exótico y Crudo Oriente Lo exótico de la miseria, lo crudo de la tragedia III

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque el 31 de mayo de 2021) 

Los exilios interiores son los más absolutos. Escapar de uno mismo es poco menos que imposible


Migrar de dolor en dolor

Quien esté libre de trauma que se declare sobrehumano. Después de todo nadie sale vivo de aquí, pero el grado de infierno es intolerablemente desigual. De aquel 3 de mayo, lunes, desprendimos un aprendizaje que sigue entrando con dolor y sangre desde abajo, nos lo han revelado Miguel, los familiares de las 26 víctimas fatales y de los heridos con todas las secuelas a cuestas, así como los miles de usuarios del transporte público que perdieron la única opción digna con la que contaban. Aprendizaje que a su vez siguen evadiendo con cinismo y palabrería desde arriba. ¿Algo se ha transformado?

Un lunes 3, pero de agosto, 2020, un polvorín estalló en Beirut para asombró del mundo. Se detectaron omisiones y negligencia persistentes de autoridades… ¿nos suena?

A la mañana siguiente, salí exiliado del hogar donde creí que pasaría el resto de mi vida con la que creí que era el definitivo amor de vida. La analogía me resulta absurda como toda la realidad: el martes 4 de mayo mi madre sufrió un EVC y desde entonces he tenido que abandonar hogar, responsabilidades y proyectos inciertos en el oriente de esta Ciudad para asentarme en el norte, en la básica tarea de los cuidados indispensables…

En este tiempo de comunicación instantánea y velocidad absoluta, alejarme 19 kilómetros viene manifestándose como moverme a otra época, a otra realidad, atestiguando esas tragedias y buscando asimilar la que me corresponde.

 

La miseria anónima, la tragedia muda

Hace casi 40 años leí en una novela de Severino Salazar unas líneas que por estos días me resuenan constantemente: “Y me dije que el mundo es un mal negocio para la mayoría. Uno se pierde, se deja ir en sus pasiones. Que así, a la distancia, las vidas nos parecen simples, tal vez aburridas. Pero no sabemos nada de las batallas internas y secretas, que se ganan o se pierden, para encontrarle un sentido cualquiera.”

Así, la tragedia de El Gato, la de Doña Lucha (y sí, no he ido a constatar qué fue de su empresa tan modesta, tan descomunal), la que a mi modo vivo, quedan en mi registro personal y en la generosidad de quienes se acercan a atisbar acá por la simple gana de hacerlo, supongo.

Estos tiempos turbios del echaleganismo como solución universal ante las incontables miserias y tragedias invisibles y de huecas promesas de los merolicos de siempre, parecen el caldo de cultivo de una mayor desesperación, de una creciente violencia, de algún otro estallido que nadie desea pero que poco, o nada, estamos haciendo por prevenir. Suena apocalíptico, lo es.

Esas acumulaciones de dolor, frustración, resentimiento, desesperanza, las miramos en la tragedia como algo excepcional, cuando son el pan de cada día, el único, para esas batallas internas y secretas que solo significan derrota, hasta que por alguna razón las multitudes ávidas de espectáculo se las devoran para su efímera satisfacción. Siempre hay otra en puerta.

Seguimos sin encontrar el norte.

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