lunes, 21 de febrero de 2022

Exotismos y crudezas chilangas La Sirena mi Sister II

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque el 14 de junio de 2021) 

Esta tarde V me dedicó una ola rompiendo portentosa. Se hallaba en su elemento.

 

“No traigo laptop” (o sea, no la quise traer…)

“Que alguno de los compañerxs te preste la suya”, replicó Mine (chin, no contaba con eso… que nadie acepte prestarla plis…)

“A la mía le falla la batería”, dijo uno (¡¡yes!! me dije); “Yo me voy rápido, no tendrás tiempo de avanzar mucho”, explicó otro (¡yes yes yes! me regodeé) “OK, gracias” dije todo mustio con rostro compungido, para que Mine viera que no sería fácil, pero V fresca y súper linda ya sacaba su lap de la mochila y me la entregaba amablemente “acá estamos trabajando en esa otra compu, puedes usar mi lap”, (y yo me decía shit…).

Bien cinicote exclamé: “¡¡Vientos!! Voy a revisar todas tus carpetas y a robarte toda la información que parezca valiosa”. Ella, que en el par de meses que llevábamos trabajando ahí no había padecido nada de mis malos modos, se congeló un segundo y me entregó la lap de todos modos, con expresión de “Ni te atrevas”, pues evidentemente asumió que no hablaba en serio y que la jefa quería encargarme alguna tarea. Poco a poco aprendí que V sabe perfectamente cómo palpar el terreno y moverse con plena confianza entre el peligro, ya fuera el de la burocracia, el del barrio, el de las garnachas, el de las sustancias, el del alucine…

En uno de esos recorridos anárquicos por los rumbos donde aplicaríamos el fabuloso proyecto participativo en el que estábamos embarcados la vi absorta tomando muchas notas, mientras yo fotografiaba todo lo que podía de esa infraestructura de servicios a la comunidad deteriorada, subutilizada, invadida, convertida en foco de conflictos… al contemplar una sofisticada estructura de aluminio que alguna vez había sido un flamante invernadero, ya abandonado y casi oculto, no salíamos del asombro ¿Cómo y cuándo diablos habían instalado eso ahí? Pero a los vecinos que se aparecieron les parecía poco menos que un estorbo, un basurero, chale… ante la petición de alguien de que eso se desmantelara cuanto antes, V me escrutó como diciendo “¡Protesta!”, y yo pensaba para mí “ni me toca trabajar acá, pero vaya que hay tanto que se puede hacer y tanto pedo chafa entre la gente…”

Así me iba percatando de su preferencia por el software libre, de su vegetarianismo heterodoxo, de sus habilidades de antropóloga antiacademicista, artesana vivaz, artista modesta y jipi consistente, practicante de la economía solidaria y colaborativa, firme y desafiante ante el perenne asedio machistoide, libre y acuática, al fin Cáncer, yo que ni creo en los horóscopos… y sí, igual que yo resignada a que ese proyecto que pretendíamos aplicar tenía demasiado de metodología abstracta y voluntarismo bisoño, garantía de frustración en ese contexto sobrecargado de la grilla territorial en Iztapalandia.

Esa facilidad para el canto cautivador, su gusto por rasguear una guitarra, esas habilidades líricas, su absoluta libertad para sumergirse en aguas abismales sin siquiera inmutarse, ya todo eso podía consagrarla como Sirena. Pero alguna tarde se arrojó a una inverosímil fosa, casi digna de escena delirante de Trainspotting. Ya leerán como fue.

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