miércoles, 23 de febrero de 2022

Exotismos y crudezas chilangas La Sirena mi Sister III

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque, el 21 de junio de 2021)

Sirenas, seres mitológicos que con su canto seducen a los marinos para devorarlos

 

Entré al estrecho recinto y su sonrisa inmensa me reveló que estaba disfrutando la sorpresa de cada quien que al entrar exclamaba “¿Qué haces ahí?

Su descomunal melena ondulaba como agitando el oleaje de la fosa, mientras V se sujetaba tranquilamente al borde de ese orificio que le permitía sumergirse a explorar y emerger a recibir a los que no dábamos crédito al acontecimiento. Podía parecer una Venus, pero mejor aún, así surgió como la Sirena de San Juanico.

Desde su telecristal emitió aquella felicitación en la que afectuosa, aunque lucía como tristeando, me saludó suscribiendo el gusto por los encuentros y descubrimientos compartidos en esos meses postreros del 2020, que se disolvía como una pesadilla.

Con nadie disfruté tanto ese territorio agreste del suroriente, desde el distante Tláhuac hasta el legendario Canal Nacional, bordeando Cuemanco, la Ciénega Grande, Culhuacanes, o hasta la Sierra de Santa Catarina y sus tremendas elevaciones y peñas devoradas por el hacinamiento y la anarquía de la jungla urbana.

A mí me devoraban mis propios fantasmas mientras alguna vez atravesábamos en nuestras cabalgaduras los alrededores de Constitución y la Progresista. Aún nos debemos el ascenso rodando por el Cerro de la Estrella, entre otros recorridos que prefiguran su propia leyenda. Tal vez cuando retorne de su periplo por las montañas del sureste mexicano. Con que no retorne con grado de Comandanta V

Había sido una suerte de renacer acompañarla en sus regulares incursiones por San Juanico Nextipac y los alrededores de la Viga, recuperar el contacto con la población, con los vecinos congregados, en los respiros de la pandemia, para ese taller que era más bien tertulia, genuino ritual de convivencialidad, para las jornadas de regar y cuidar las endebles plantitas sembradas en las jardineras, de limpiar la plaza y negociar repliegues con el escuadrón de destechados que ahí habitan y se envician, para aversión de las conciencias grises que, como en todos lados, predominan.

Nos escapábamos de cuando en cuando a preparar los mejores chilaquiles del universo, (modestos no somos), o simples dobladitas de queso y epazote, o hummus, entre otras viandas y pócimas de su deliciosísimo repertorio de hechicera urbana de artes tan ocultas como luminosas. Es un ser de luz y es totalmente oceánica, si lo sabré.

Y sí, aquella tarde su telecristal resbaló desde su taleguita a la fosa mientras extraía una cubeta de agua para regar las plantas. Ese dispositivo contenía secretos, conjuros y otras artes que no se podrían recuperar… se dejó en ropa interior y se sumergió en la fosa, para sorpresa de quienes rondaban en la jornada de ese día. Yo llegué unos minutos después y me recibió con una mentira blanca: “es que me enlodé regando en las jardineras y decidí darme un baño…”, mientras totalmente pícara observaba mi azoro, chamaca malcriada…

Tras mucho batallar dentro de ese oscurísimo depósito, emergió finalmente con telecristal en mano. A veces las artes mágicas no bastan y hay que renovarlas simplemente haciendo lo que es necesario, por ejemplo, convertirse en Sirena. Perdemos esa simple facultad de maravillarnos de la magia propia y extraña.

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