domingo, 27 de febrero de 2022

Exotismos y crudezas chilangas El recuento, el reencuentro, el adiós

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque el 26 de julio de 2021)

 

"…y que en cualquier lugar que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que hasta el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.”

G. G. M.

Mi reino por una verdad, aunque sea efímera

Recorrer este laberinto conocido como Ciudad de México, Ciudad de los Palacios, Ciudad Caótica, Defectuoso, Mexicalpan, Chilangolandia, o como quieran llamarla, es una labor como para narrarla en El Libro de Arena. Era un mocoso cuando me parecía un espectáculo ver circular un tranvía que casi parecía una inmensa nave espacial amarilla, frenaba levemente en el entronque de Mar Mediterráneo con Avenida Azcapotzalco, allá en Tacuba, giraba con rechinidos y chispazos que más bien me parecían truenos y relámpagos que se escapaban desde debajo de las vías, y tomaba vuelo alejándose hacia ese barrio que otra vez me acoge hoy, a una distancia de siglos, diría Baricco.

En esa esquina había una gasolinería. Hace décadas ya que la quitaron para erigir un edificio, creo de dos o tres plantas, creo que durante algún tiempo fue una escuela técnica para secretarías y contadores, o de computación, o todo eso. La memoria me traiciona porque hace alrededor de 30 años que rara vez paso por ahí. Me es mucho más fácil recordar que nunca abordábamos el tranvía, solo lo veía pasar fascinado, pues era otro el transporte que abordábamos para llegar a la Ampliación Petrolera. No hace ni dos semanas que, por razones en las que no me extenderé ahora, pasé por ahí y recordé todo esto. Las imágenes de aquellas noches de la mano de papá o mamá, a veces plácidas y templadas, a veces frías y lluviosas (creo que desde entonces, por renegado, me gustaba más el clima así), son preferibles para mí, aunque definitivamente ya no existan.

 

Retorno al adiós

Me cautivaban los nombres de las colonias y barrios de acá: Ahuehuetes, San Lucas, Clavería, Unidad Cuitláhuac, Providencia, Pantaco, Ferrería, Prohogar, San Marcos, La Preciosa, Reynosa, Vallejo… Alguna temporada en Tacubaya, toda mi juventud universitaria fascinado con las errancias por el Sur, por las incursiones en la Cineteca Nacional, CU, Coyoacán, Tlalpan, San Ángel, Contreras, Chimalistac, con la banda de Acatlán, y claro, con Violeta (cómo olvidar su lugar en Portales)… el oriente con el indomable José Luis en el Campa 2 de octubre y Apatlaco, para aterrizar extrañamente en el entorno de San Juanico Nextipac, durante veintiún años casi exactos.

Justo cuando por fin me había decidido a hacer arraigo y vida comunitaria por allá, defenestrado del enésimo fracaso amoroso, en una vorágine de desastres laborales y afectivos, ocuparme de la autora de mi llegada al mundo me trae de vuelta a esta pequeña matria que parecía a siglos de distancia. Sí lo está. Explorar mis mitos y los mitos de acá, de Tepaneca renegado que se topa con su ombligo, como ya mencionó el entrañable Juanjo, son la forma de decir adiós a tanto, para volver a empezar. El destino sigue abierto. Es como abordar por primera vez aquellos tranvías.

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