jueves, 10 de marzo de 2022

Exotismos y Crudezas Chilangas Del arraigo al naufragio, y sin boleto de regreso IV y última

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque el 21 de septiembre de 2021)


“La aurora inútil me encuentra en una esquina desierta / He sobrevivido la noche”

JLB


Distinto amanecer

En ese triángulo amoroso manchado por el sobrecargado ambiente político de un país ávido de superar la violencia y la corrupción, la traición a los ideales revolucionarios, y saltar al desarrollo (¿nos suena?), una noche en esa ciudad que casi ochenta años después luce tan nuestra, tan ajena, confronta a los protagonistas con sus ilusiones juveniles, con sus desengaños del momento, con sus expectativas sobre el porvenir. Es decir, el tipo de momentos críticos que todos transitamos alguna ocasión, o todo el tiempo, en estos días aún más sobrecargados, más violentos.

Toda la tensión gira en torno a Julieta (Andrea Palma, invariablemente soberbia), sujeta a un matrimonio desgraciado y al cuidado de un hermano pequeño. Ese reencuentro con Octavio (Pedro Armendáriz, al mismo nivel) raya en lo inverosímil, pero qué más da, es cine y así son los reencuentros inesperados. Ignacio (Alberto Galán, muy correcto) resulta espectral, pero se revela aprisionado por sus propios demonios. Más allá de la trama, el trasfondo es lo que interesa acá. A la gran distancia ¿qué retrato de nuestros sentires, nostalgias, expectativas, nos presenta esa formidable película de título enigmático? Toda la música que en ella suena da claves, pero el tema Cada noche un amor brinda las principales:

Cada noche un amor, distinto amanecer, diferente visión / Cada noche, un amor, pero dentro de mí, solo tu amor quedó / Oye te digo en secreto que te amo de veras / Que sigo de cerca tus pasos, aunque tu no quieras / Que siento tu vida por más que te alejes de mí / Que nada ni nadie, harán que me olvide de ti…

Julieta y Octavio bailando un bolero, como en una tregua de las imposiciones políticas, sociales, familiares, económicas, domésticas, como fuera del tiempo y del espacio, trenzados en un momento que omite el crudo presente reavivando aquellas ilusiones y expectativas perdidas.

Había que sobrevivir esa noche y aspirar al distinto amanecer, en el que todo fuera posible. Aún así, las maravillosas promesas fraguadas durante la noche deben superar la prueba de no desvanecerse como la oscuridad al sobrevenir la cruel aurora. Esa que nos trae de vuelta a las elementales exigencias del momento, las de sobrevivir y solventar los compromisos ineludibles que esto conlleva…

Cada decisión es a fin de cuentas una renuncia. Es cierto que lo que no fue no será y no queda más remedio que mirar adelante. Lo inolvidable, lo perdido, todo lo que se hundió en el naufragio solo puede volver como nostalgia o incluso como inspiración, pero atarnos a pretender revivir el pasado es el vicio que nos impide renacer, arribar a un amanecer distinto. Vale para las personas y para la colectividad, para los lastres de este país empantanado en visiones de hace ochenta años.

No dejamos atrás esos fantasmas con los que se dialoga en cada pesadilla ni esos demonios que se han domesticado a fuerza de acechar incesantemente. Esos sentimientos insepultos que residen en los vagabundeos por esta ciudad indescifrable, en imágenes que se desvanecen en tanta grisura de pesadilla distópica, en canciones que interminablemente persiguen esa ausencia, en las palabras que nunca dijimos, o nunca entendimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides dejarme tu opinión