jueves, 17 de marzo de 2022

Exotismos y Crudezas Chilangas Vecinos ¿Vigilando? II y última

(Publicado originalmente en Gaceta del Parque el 26
de octubre de 2021)


De verás que cada día entiendo menos lo que pasa en el mundo. Usted teniendo que hacer eso, como una ladrona. Y los otros en cambio, los verdaderos ladrones, tan respetables y tan llenos de consideraciones. La vida anda patas arriba, yo no sé dónde va a parar todo esto.” Lupe López. Salón México


De la realidad al mito

La desmesurada re-visión que esta columna ha emprendido de Salón México tiene otra veta en la fascinación que se expone hacia el galante Roberto, teniente piloto del Escuadrón 201, como representante de toda la esperanza. Fascinación totalmente predecible de parte de esas niñas bien del selecto colegio donde estudiaba Beatriz, la hermanita de la atormentada Mercedes. El deslumbramiento sincero por parte del mismo Lupe, cuando describe el uniforme del teniente, sus galones, su magnífico automóvil, es ya otro derivado de los sentires de quien le ha abierto de par en par su corazón a la atribulada fichera.

En ese México en pujante avance al desarrollo y a la Revolución institucionalizada, en pleno transito al civilismo (en el Grito de Independencia hasta aparece el entonces secretario Miguel Alemán, quien sería el primer presidente de la posrevolución no extraído del ejército), el elogio al carácter castrense era como un homenaje de despedida a los tiempos de guerras, lo mejor estaba apenas por venir, y no solo para Beatriz y su flamante prometido. La inmolación de Mercedes a manos del fugitivo Paco, quien también fenece en el entuerto, representa de algún modo el cierre de la violencia, de los tiempos oscuros, el arribo de la anhelada paz. La fiesta cunde en Salón México mientras la tragedia concluye.


Para no mirar atrás

Lupe, imperturbable, retorna resignado a su deber. Su sabiduría sobre este mundo patas arriba, desbocado, ya había quedado de manifiesto en su apología a Mercedes, la noche siguiente a esa ocasión en que la había seguido al portón del internado, desentrañando sus secretos.

Por su parte, el inefable Paco se empeña en sus promesas: “Mira Mercedes, lo que pasó pasó y es mejor que vuelvas conmigo. Yo te quiero y me duele que te rebajes con gente tan gacha. Hasta con un desgraciado cuico” (…) “ahora es distinto, creo que por primera vez en mi vida siento feo que alguien ande con otros.” Mercedes lo rechaza, le esgrime sus enjuagues con distintas mujeres y remata, rotunda: “Entre tú y yo nada es posible mientras estemos vivos. Somos como la yerba dañera el uno para el otro. Y no te quieras aprovechar del miedo que te tengo. Acuérdate que también por miedo se mata.”

Como los recursos del seductor Paco no surten efecto, arroja su maldición: “De modo que no me quieres volver a ver. Pues no solo vas a tener que verme, sino que vendrás a rogarme, porque tengo modo de obligarte. ¿A poco te crees tan misteriosa? Ya sé a lo que te dedicas los domingos.

El mismo secreto da para la veneración o para la amenaza. El poder de las palabras, de los conjuros, de los símbolos, va configurando la tragedia. El empeño entre mis vecinos chintololos en conductas reactivas, la fascinación por recursos punitivos, la extendida desconfianza hacia la discrepancia, contra el libre albedrío, en ese “estás conmigo o estás contra mí”, también en nuestros barrios ennegrece estos días violentos. El antídoto, el veneno, es el silencio. Dialogar parece Utopía.

El pasado no retorna, aunque a veces parece que simplemente nos empeñamos en reconstruirlo, sin siquiera darnos cuenta. Como en tantos otros vínculos violentos, la turbulenta relación que hubo entre Mercedes y Paco solo podía acabar mal. Las promesas del momento suenan más a maldiciones.

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